El día que Diego Armando Maradona, entonces seleccionador argentino, osó decir que la albiceleste eran “Mascherano y diez más”, la prensa de Barcelona le dio un severo repaso al Pelusa por hacerle un nuevo menosprecio a Messi, que estaba muchos edificios por encimo del centrocampista del Liverpool. Este verano, cuando el Barça fichó a un Mascherano que se le había resistido el verano anterior, no hubo discusión que se había fichado, a un precio más que razonable, a un gran jugador. Era, se decía, que era de esos jugadores que tendrían un papel destacado para intentar ganar la Champions. La verdad es que a Javier Mascherano, todo un capitán de la selección argentina, no ha sido ni mucho menos titular indiscutible. Como le pasó a Touré Yayá, el puesto de medio centro es para un Sergio Busquets que se ha convertido, en dos años, en el mejor del mundo en su puesto. A pesar de que Guardiola daba entrada a Mascherano en alguna rotación, el argentino ha chupado mucho banquillo y nunca ha tenido ni una queja, ni una mala cara, ni un remilgo. Al contrario, en todas sus declaraciones, demostraba una comprensión, una solidaridad y una madurez admirables. Sus primeros partidos en el Barça, por falta de adaptación al rápido movimiento de balón, a la triangulación y al toque le costaron algo más de lo esperado, pero, de navidad a esta parte, “el jefecito” ha dado una lección de fútbol y entrega en cada minuto que ha disputado. Lo mejor, gran paradoja, ha llegado con las lesiones de los centrales: sin Puyol, sin Abidal y sin Milito, Guardiola ha acertado poniendo a Mascherano haciendo un tándem impecable con Piqué. Javier juega concentrado al 150%, se coloca a la perfección, se anticipa, tapa los espacios y, a pesar de ser bajito, le gana los balones que disputa con Adebayor por alto. En la salida de balón, además, se ha sentido más tranquilo como central que teniendo que bajar a distribuir como medio centro. Ayer, ante el Espanyol, volvió a estar impecable (casi al final regaló un balón al rival que no enturbio un partido sobresaliente), lo ha estado en toda la serie ante el Madrid y ha rebañado una cantidad de pelotas peligrosas a ras de suelo, sin cometer falta ni penalti que no lo haría mejor ni un central auténtico. Ayer sacó una que recordó la jugada clave de la temporada. En el último minuto en casa ante el Arsenal, Bedtner se va sólo para Valdés y Mascherano, lanzandose en un tackle prodigioso, se la saca por detrás cuando los “gunners” ya se veían en cuartos de final sobre la campana. Si el Barça gana la Liga y llega a Wembley será, en buena parte, por el gran año 2011 de Mascherano. No entiendo, sin embargo, como el apodo va con el diminutivo. De “jefecito”, nada. Jefazo, y con mayúsculas.