Treinta años después, hemos sabido que el rumor convertido en dogma no era cierto. Víctor Sagi –así lo cuenta su libro de reciente aparición- no se retiró de las elecciones del 78 a la presidencia del Barça por un chantaje, como así ha amplificado y repetido la historia. La teoría de la presunta extorsión nuñista se evapora, demasiado tarde, mientras las verdaderas causas vienen en el libro sobre este gran nombre de la publicidad.
En estos días, está naciendo un nuevo bulo que, convenientemente pasado por la caja de resonancia de los medios, lleva camino de ser otro dato que se escriba en los libros de historia del Barça como si de un hecho probado se tratara. ¿Quién hay detrás del socio Vicenç Pla? Esta es la pregunta de moda en un club en que, permanente, nos preguntamos quién hay detrás de todo lo que sacude al poder establecido. Joan Laporta, en distintas entrevistas, ha afirmado que detrás de Vicenç Pla, (el socio que ganó el juicio que obligó a convocar elecciones en 2006 y que, por ahora, también está consiguiendo que los directivos tengan que avalar) está Sandro Rosell y alguien de su junta. Así lo han repetido, también, algunos de los que formaron parte de los distintas directivas del ex presidente Laporta. Como teoría de la conspiración es muy fácil y, para los consocios desmemoriados, incluso puede que efectiva. Pero no es la respuesta acertada. En los últimos días he explicado, en privado, quién está con el socio Vicenç Pla. Cuando lo cuento, y digo su nombre, veo la cara de decepción y de incredulidad de mis amigos. Esperaban un pez gordo y, resulta que, desde hace muchos años, la estrategia la mueve otro socio llamado Robert Blanch, constructor de Badalona. Es un hombre activo, compromisario en tiempos de Gaspart, que montó la “Asociació en Defensa del Soci” porqué su obsesión vital es buscar la transparencia, la gestión impoluta del Barça y que los dirigentes del Club no engañen al socio. Cuando, años atrás, me lo presentó Jordi Majó en una comida en la Conreria, ya me pareció un hombre valiente y con principios. Los posteriores encuentros me han ratificado que su pasión es controlar que en el Barça se hagan las cosas como los socios merecen. Nunca se ha escondido, pero nunca ha buscado el protagonismo. Siempre ha estado en segundo plano, discreto, pero dando el callo para ejercer el control de calidad del club. En los círculos barcelonistas se dio a conocer en tiempos de Gaspart. Intuyó que la semi-inauguración de la ciudad deportiva de Sant Joan Despí era una operación de maquillaje, una cortina de humo para embobar a socios y periodistas. Lo denunció, le amenazaron y, desde entonces, no ha dejado pasar ni una a la junta de turno. Denunció a Gaspart, vigiló a Reyna, mantiene el pulso con Laporta y lo hará, si hay motivo, con Rosell. Laporta, a pesar de lo que diga públicamente, sabe perfectamente, desde hace años, quien mueve los hilos de estas demandas. Cuando Blanch empezó a hurgar en el Barça, ni mandaba Laporta, ni Sandro era vicepresidente ni jamás pensó que podía llegar a sentarse en el palco. En los próximos días habrá más novedades. En forma de rueda de prensa, creo. Pero eso da igual, a partir de este momento ya podremos empezar a preguntar ¿y quién hay detrás de Robert Blanch? para continuar con el círculo vicioso. Los medios de comunicación abusamos demasiado a menudo de formular preguntas cuando los lectores, en realidad, buscan respuestas. Y las merecen. Para eso pagan un euro cada día.