Guardiola es un ganador nato. En una ocasión, cuando todavía no era capitán del Barça, cenábamos con un grupo de amigos y se enteró de que hacía ya algunos años que yo había aprendido a jugar a golf. Me retó al instante: “No he cogido jamás un palo, pero en tres meses te gano”. No tuvimos la ocasión de comprobarlo, pero viendo su actual handicap y el mío no hay color de que me destrozaría en un ‘match play’ en el hoyo 12.
En esa misma cena, la confianza en sí mismo le permitió marcarse otro simpático farol: “Dime el deporte que quieras, que te gano”. Ese reto sí lo acepté. Jugamos un ‘uno contra’ uno de baloncesto en un pista de INEFC. Yo voy todavía con la lengua fuera. Él ni sudó la camiseta de Mehmet Scholl, del Bayern de Munich, que se había puesto para la ocasión. Al final, le reté a una tanda de diez tiros libres y otra de diez triples. Mi serie, más allá de los 6,25, no estuvo mal. Me hubiera servido para superar a Ricky Rubio, pero no a Guardiola. Yo metí 5 triples. Él convirtió 7 y, tras cada lanzamiento, iba diciendo “presión, presión”. A más presión, más limpia metía la canasta. Como los grandes, me ganó en las tres últimas. Como entrenador de fútbol, que nadie se engañe, Guardiola vive y se desvive para ganar. Es cuestión de carácter. La obsesión por el trabajo, las horas de estudio del rival, el imaginar el partido en su despacho antes de jugarlo, el traje a medida que aplica a cada alineación y a cada táctica persigue el único objetivo de la victoria. Sabe que le han fichado para ello, que su prestigio y el del club dependen del palmarés y que, a la postre, en el Barça se vive muy bien ganando. Y sabe, por experiencia, que convivir con el segundo puesto, aquí, es el mismo infierno que en todas partes. Así pues, el primer resultadista es, por extraño que parezca, el propio entrenador. Sabe, eso sí, que con los jugadores que tiene, la manera mejor para ganar es hacerlo a través del fútbol de toque, de las líneas juntas, la paciencia y la combinación (“I have the ball, I pass the ball”). Escoge este sistema espectacular por lo funcional no por lo estético. El fin justifica los medios y, en su caso, los medios dan mayor categoría al fin. Pero él busca ganar, y lo consigue casi siempre.
En tres años y medio, su Barça ha disputado 11 finales y ha ganado 10. Excepcional. Con mucha más presión y muy por encima de su acierto en triples de antaño. Lo que es sublime es ganar tanto jugando cada final, además, para conseguir la etiqueta del mejor equipo de la historia. Y hacerlo sin dar una sola patada. No sólo ya al rival, sino tampoco al balón. Se hace extraño cuando, muy de vez en cuando, vemos a un defensa agobiado sacándose un balonazo de encima para despejar. Se hace más extraño, todavía, lo que dicen de ti los rivales tras el encuentro. Sir Alex Ferguson, tras el 3 a 1 de Wembley, reconoció que “nunca nadie nos había barrido así. Es el mejor equipo que he visto jamás”. A Neymar no le dolieron prendas para acuñar la frase que hoy está en google y mañana estará en los libros: “Hoy, aquí, hemos aprendido a jugar a fútbol”. Sin embargo, yo me quedó con la sinceridad extrema de Ganso: “Yo no aspiro a fichar por el Barça. Sólo quiero que algún día me dejen jugar un partido con ellos y poder tocar la pelota”. Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya servirá para sanarme.