El mediodía del lunes escuché en la COPE al hombre que más sigue sabiendo del negocio del fútbol. A Josep Maria Minguella le preguntaron si esta era la semana decisiva para el traspaso de Cesc del Arsenal al Barça. El siempre socarrón Minguella dijo que hace ya tres años que estamos instalados en “la semana clave”. La verdad es que… el culebrón es tan largo que ya estamos algo hartos de Fàbregas incluso antes de que llegue. Eso hace, como en su día el caso de Henry, que las expectativas sean tan altas que, cuando llega el momento de verle en el césped con nuestra camiseta, no parece tan bueno como nos esperábamos. En cualquier caso, la calidad mundial de un Cesc que en el Barça no tendría la titularidad ni mucho menos asegurada, está fuera de toda duda.
Tiene la edad ideal, una experiencia inmejorable en la Liga más aguerrida y competida, y posee los genes del Barça. Son tres virtudes que pesan, y mucho, en un plato de la balanza. Pero, por el contrario, sin él ya lo ganamos todo y el precio (40 millones de euros) sigue siendo desorbitado por un jugador que ya era nuestro. Y ahí radica, al parecer de muchos socios, el principal hándicap para el regreso de Fàbregas. El mensaje que se manda a las decenas de jugadores del fútbol base es pésimo. “Tu te puedes largar que, si eres un crack, ya te reficharemos a precio de oro”. Es el paso previo a cerrar La Masia y a confundir el modelo. Lo escribí cuando se repescó a Gerard López del Valencia y cuando se hizo lo propio con Gerard Piqué del United. Al margen del rendimiento del jugador, pagar 3.500 millones de pesetas por el centrocampista fue un error descomunal propiciado, en parte, por la necesidad que los rivales electorales Gaspart y Bassat tenían de hacer un fichaje catalán. Los 6 millones de euros por Piqué eran mucho más asumibles. De nuevo, rendimiento aparte, si salía mal era revendible por ese precio. Saliendo tan bien como ha salido, ha sido un bingo para todas las partes.
Viendo los precedentes, por criterio y por principios, si yo fuera presidente del Barça no ficharía a Cesc. Ni que quisiera hacer feliz al entrenador que, con la amenaza de su renovación año a año, tiene a Rosell en vilo y al barcelonismo en suspense. Como por suerte para el Club yo sólo soy un socio, cuando Fàbregas firme su contrato y esté a disposición de Guardiola, estoy convencido que dará un buen rendimiento y que nos permitirá alargar el ciclo ganador del Barça. Al fin y al cabo, esta es la cuestión.